Descripción enviada por el equipo del proyecto. El terreno, en pendiente, se encuentra en un lugar muy bonito de Goiânia. En una calle sin salida de frente a la vegetación, la residencia propone un diálogo armonioso entre la arquitectura y la naturaleza, observando las condiciones físicas y topográficas, así como la orientación solar y la de los vientos. El volumen de la casa fue definido a partir de la elección del concreto como principal elemento constructivo.
La osadía de la obra de 434 m2 refleja la voluntad de la pareja de propietarios de tener una morada con personalidad, autonomía estética y espíritu libre, pero plenamente disfrutable en cada rincón. Para dar cuenta de las demandas, la primera medida del arquitecto Leo Romano fue pensar una estructura sin rigidez de jerarquía entre las habitaciones sociales. Según el profesional, todo está interconectado y relajado, sin divisiones muy rigurosas.
Como en las notables viviendas de Niemeyer, aquí también se priorizó la simbiosis con la topografía y el paisaje. Esta interacción proporciona un paseo sensorial a los visitantes. En el recorrido, iniciado en la entrada del condominio, los invitados caminan por un jardín y pasan por un túnel de palmeras antes de llegar al deck de ipê con la piscina por donde se accede a la residencia.
Quien llega en coche puede entrar por el área de servicio o tiene la posibilidad de subir a una escalera que conecta el garaje y el balcón. Lo que es fácil para quien llega de hacer las compras, es usar el acceso del área de servicio y así no se necesita pasar por el medio externo de la casa - en un día de lluvia uno se queda con la circulación.
El garaje, como tiene la pared de la escalera, acaba sirviendo como un espacio de entrenamiento, garantizando una cierta autonomía para el espacio. La pared de la escalera fijada en el fondo y en el techo del garage tiene un acabado de MDF pintado con apariencia de acero corten
El desafío del proyecto fue adecuar la estructura a la necesidad, pues la idea inicial era tener sólo dos pilares redondos. Como la casa necesitaba cuatro apoyos, el arquitecto dibujó pilares en Y, de hormigón. El forjado curvo fue moldeado en el lugar para que el resultado final fuese fiel a la propuesta, y el hecho de ser curvilíneo hizo el proceso más desafiante.
Los parasoles metálicos delimitan toda la parte de las suites. Todos ellos son deslizantes, de modo que los residentes los puedan abrir o cerrar. La casa, en tonos sobrios, tiene un piso de cemento quemado y escuadras negras. Sólo la cocina revela un degrade de rosa, azul y un poco de verde.
Al optar por el uso moderado de revestimientos, la propuesta asume el aspecto natural y rústico de los materiales. La decoración está bien despojada, con algunos muebles de los moradores y otros bien brasileños. Se destaca el sillón Mole, de Sérgio Rodrigues y el sillón Alta de Oscar Niemeyer.
La expresión libertaria de la construcción, encuentra todavía otra manifestación en la pared de escalar instalada en el garaje. "El habitante ya tuvo clases de esa modalidad. La pareja y las dos hijas pequeñas practican la actividad dentro de la casa ", cuenta el arquitecto.